El jueves no pude acudir a su funeral. Jordi estuvo por nosotros.
No sé su edad. No tengo ahora, siquiera, su nombre en mi cabeza; porque ella siempre fue entre nosotros... la Madre de Azucena. La Abuela de Beatriz y Noelia.
Los momentos que he convivido con ella no han sido tan numerosos.
Pero, para mí, han sido intensos. Han quedado en mi recuerdo bien grabados, como las reuniones de películas en las que mujeres, aún siendo a cada cual más distintas, se sinceran unas con otras, hablan, escuchan, comparten, sonríen, ríen... Y, si se tercia, discuten, tuercen la ceja o lloran.
Eso mientras las chiquininas revolotean a nuestro alrededor con pinturas de colores, zumos, galletas de chocolate, juegos, muñecos, puzles, tizas, disfraces...
Allí se habla de lo carnal y de lo emocional.
De bolsos y zapatos.
De crianza y confianza.
De como usar un fular anudado en la cabeza.
De las diferencias entre las costumbres de tiempos pasados y presentes.
De las fotos familiares, de mil viajes.
De la actualidad y el futuro laboral.
De las mejoras y desmejoras de nuestra ciudad.
De añoradas adolescencias. Unas recordadas con nostalgia, otras que no quisieran volver a ser vividas de ninguna de las maneras...
Habitualmente éramos cuatro, contando con su hija Patricia.
La tía bien-criadora de sus nietas, porque siempre las llena de abrazos y besos, porque las escucha hasta el infinito y está pendiente de sus deseos de pequeñas princesas.
En otras ocasiones se ampliaba el grupo con mujeres dispares (Otra de sus hijas: María; amigas de mis amigas...).
Su yerno Andrés, vestido cómodo para estar en casa, o su marido, siempre en visita fugaz, también eran aceptados.
Con ella, de su familia, he aprendido mucho.
A compartir tiempo y espacio.
Que los abuelos también repostean y saben hacer ricos churros y huesillos.
A disfrutar del momento, que las personas son, dentro de una casa, lo único importante. Que todo lo demás bien puede esperar.
A respetar más a los niños y, sobre todo, a confiar más en ellos (Que no sabía yo que una niña de dos años es capaz de hacer pis solita...solita)...
Cada vez que ella asomaba, mi alma se alegraba, mi talante se relajaba, mis orejas se acomodaban y mi voz se templaba para ser escuchada...
Yo la voy a echar de menos.
Hay algo que dice y seguirá diciéndolo todo de ella:
Su familia es un primor y la han amado, cuidado, respetado, besado, abrazado hasta el último segundo.
Cuando ya no podían albergar esperanza, alguien le dijo a Patricia:
-¡Para ya, que la tienes que tener agotada con tanto abrazo y beso!-
Y ella, sabiamente, con su alegría habitual, contestó:
-¡Ay, déjame! Eso que ella se llevará...-
De algo estamos seguros, hay besos y abrazos que para siempre perduran. Y alguien se los ha tenido que quedar.
Los momentos que he convivido con ella no han sido tan numerosos.
Pero, para mí, han sido intensos. Han quedado en mi recuerdo bien grabados, como las reuniones de películas en las que mujeres, aún siendo a cada cual más distintas, se sinceran unas con otras, hablan, escuchan, comparten, sonríen, ríen... Y, si se tercia, discuten, tuercen la ceja o lloran.
Eso mientras las chiquininas revolotean a nuestro alrededor con pinturas de colores, zumos, galletas de chocolate, juegos, muñecos, puzles, tizas, disfraces...
Allí se habla de lo carnal y de lo emocional.
De bolsos y zapatos.
De crianza y confianza.
De como usar un fular anudado en la cabeza.
De las diferencias entre las costumbres de tiempos pasados y presentes.
De las fotos familiares, de mil viajes.
De la actualidad y el futuro laboral.
De las mejoras y desmejoras de nuestra ciudad.
De añoradas adolescencias. Unas recordadas con nostalgia, otras que no quisieran volver a ser vividas de ninguna de las maneras...
Habitualmente éramos cuatro, contando con su hija Patricia.
La tía bien-criadora de sus nietas, porque siempre las llena de abrazos y besos, porque las escucha hasta el infinito y está pendiente de sus deseos de pequeñas princesas.
En otras ocasiones se ampliaba el grupo con mujeres dispares (Otra de sus hijas: María; amigas de mis amigas...).
Su yerno Andrés, vestido cómodo para estar en casa, o su marido, siempre en visita fugaz, también eran aceptados.
Con ella, de su familia, he aprendido mucho.
A compartir tiempo y espacio.
Que los abuelos también repostean y saben hacer ricos churros y huesillos.
A disfrutar del momento, que las personas son, dentro de una casa, lo único importante. Que todo lo demás bien puede esperar.
A respetar más a los niños y, sobre todo, a confiar más en ellos (Que no sabía yo que una niña de dos años es capaz de hacer pis solita...solita)...
Cada vez que ella asomaba, mi alma se alegraba, mi talante se relajaba, mis orejas se acomodaban y mi voz se templaba para ser escuchada...
Yo la voy a echar de menos.
Hay algo que dice y seguirá diciéndolo todo de ella:
Su familia es un primor y la han amado, cuidado, respetado, besado, abrazado hasta el último segundo.
Cuando ya no podían albergar esperanza, alguien le dijo a Patricia:
-¡Para ya, que la tienes que tener agotada con tanto abrazo y beso!-
Y ella, sabiamente, con su alegría habitual, contestó:
-¡Ay, déjame! Eso que ella se llevará...-
De algo estamos seguros, hay besos y abrazos que para siempre perduran. Y alguien se los ha tenido que quedar.
No entiendo mucho que pasó pero siempre es una pena cuando alguien fallece, sobre todo si es mamá.
ResponderEliminarGracias por pasar, también te sigo :)
Ha sido un cáncer, de los que no dan tregua. Pero ella ha sabido disfrutar siempre de su tiempo y de los suyos.
ResponderEliminarGracias por pasar Tamara.
Un abrazo hasta Chile.
Muy sentido homenaje, Ale. Siempre cuando nos abandona alguien cercano a nosotros lo sentimos pero si ese alguien era especial siempre quedará en nuestro recuerdo. Yo no la conocí pero sí conozco un poquito a su familia y eso habla mucho de ella: sencillez,cercanía, simpatía...En fin, descanse en paz.
ResponderEliminarEsas hijas sí que lo son. Y esa nieta que, aún tan pequeña, recuerda que ella no iba tanto a la guardería,que se dejaba cuidar, con todo el amor,por su abuela. Mezclándose lo cotidiano de sus vidas...Beatriz, ¿Vamos a tomar "un café" con mis amigas?
ResponderEliminar