Para bien o para mal, por distintas circunstancias, en esta vida me ha tocado algún que otro peregrinar. Ello ha conllevado el tener que despedir, recibir, conocer gente... algunas de estas personas me han concedido el privilegio de considerarse mis amigos... y muchos, aún hoy, siguen siéndolo.
Gracias por estar ahí.

domingo, 18 de agosto de 2013

Ya me había quedado yo con las ganas...





PRIMARK discrimina a las madres lactantes.


PRIMARK discrimina a las madres lactantes.


Aparte de esto, he aquí otra explicación, espero que clara aunque poco concisa, del por qué nunca he comprado en el famosísimo Primark. Aunque lo haya intentado.

Hace poco más de un año era el comienzo de otro verano. Mi marido necesitaba unas camisetas, de las normalitas. Como coincidió que estábamos cerca, fuimos a un nuevo y lujoso centro comercial al noroeste de Madrid. Allí habían abierto una tienda del cojonudísimo Primark. Me habían hablado en varias ocasiones de las maravillas de esta cadena: que tenían ropa muy modernita y por muy poquísimos euros.
Como íbamos con las ideas muy claras y… no recuerdo bien, pero supongo que con poco tiempo, nos dirigimos derechitos a las camisetas de caballero y… sí, mucha variedad, muchos dibujitos graciosos y muy bien de precio. Así que recopilamos unos siete modelos.
Incapaces de encontrar los probadores, tuvimos que preguntar por ellos.
-Están en la otra planta-
Pues bueno…raro…que una tienda tan grande, que ocupe dos plantas sólo tenga probadores en la otra.
¡Vamos de paseo con las camisetas!
Llegamos y, por supuesto, había cola para entrar. Bueno, ¡Qué bien! ¡Una tienda en la que no se notaba la puñetera crisis!
Allí, controlando, una empleada con adiestrado desparpajo.
Cuando llega nuestro turno, como había un número máximo de prendas permitidas para pasar, quedamos en que Jordi pasara cuatro y que yo pasaría con las tres restantes.
La chavala del desparpajo nos dice que bien, pero que los probadores están separados por sexos y que él debe pasar a un pasillo por la derecha y yo al de la izquierda.
Me quedé tan ojiplática que no supe reaccionar.
-Bueno, pues pasa con alguna y luego sales a por las otras, te espero aquí-
Eso sí, por lo menos si vas solo, las chicas te guardan el resto de la ropa en un cestillo y así puedes seguir probándote sin perder la ocasión.
Desde luego esperando no me aburrí.
Cada vez flipaba más.
Mi indignación crecía por momentos. Me daba vergüenza ajena. Me sentía gusanito por no tener los ovarios para gritar justicia donde olía a sometimiento.
La dependienta, en todo caso, estaba bien entrenada. Hablaba con tanta determinación que allí no rechistaban ni pequeños ni mayores.
Incluso se permitió mofa tras la marcha de un cliente que, hartito de esperar con los zapatos en la mano para finalmente no poderlos pasar, con mucha educación, casi se los estampa en la cara antes de partir un tanto crispado.
-Jajaja ¡Por lo menos me ha deseado que pasara un buen día!- le decía con sorna a otra compañera que, a su vez, contaba voceando los minutos que le quedaban para pirarse.
Llegó otra cliente con zapatos…-¡Los zapatos no se pueden pasar!-
Y una voz que cada vez se hacía más tenue contestó: –Es que me los quería ver puestos con el vestido…-
-Los zapatos no se pueden pasar ¡Déjemelos aquí!-
Chitón,  la señora pa´dentro sólo con el vestido.
Ver como l@s veinteañero@s se quedan esperando a su chic@s como  perrillos adiestrados en vez de estar disfrutando con el cuerpazo de su compañer@ en el probador ya es triste.
Pero que llegue una pareja de jubilados, de los que en su juventud, si no han vivido la batalla, seguro han vivido la postguerra. De los que acostumbran a acompañarse a todas partes, no ya por gusto, sino por necesidad. De los que entrarán en aquel pasillo y no podrán siquiera discernir cuales probadores están libres. De los que es probable que no puedan abrocharse y desabrocharse la ropa ellos solos.
Qué vayan agarrados y encorvaditos a pasar al probador con unas cuantas camisas. Y...
-¡Señores, cuántas prendas llevan? ¡De todos modos no pueden pasar juntos al probador!-
Me resultó curioso que lo asumieran tan fácil a la primera.
-Bueno, tú te vas probando… Y vas saliendo al pasillo a que yo te vea, eh?- Le dice ella a él con dulzura, insuflando tranquilidad.
-Sí, vale-
Y así lo hicieron.
Y yo allí, testigo mudo. Ojos como platos, boca cerrada, cabeza rezumando.

A Jordi le gustaron un par de aquellas baratas camisetas.
Según íbamos, camino a pagarlas, le voy comentando lo vivido y le digo que, en caja, pensaba pedir la hoja de reclamaciones.
Pero él que es más vergonzoso que yo, si cabe, no estuvo de acuerdo conmigo: que serán las normas de la empresa y si no te gustan te vas a otra. Que él, para eso, pues que no compra allí y punto. Dejó todas las camisetas allí apelotonadas y salimos de allí, para no volver jamás.Que en sitios así mejor ni comprar.
Como diría mi padre: “Yo allí no he comprado nunca, ni pienso comprar más”. Pues eso.

Hoy en día todavía me arrepiento de no haber hecho aquel escrito. Me he quedado con las ganas de que se enteren de por qué los hemos mandado a cagar. De por qué han perdido unos clientes hasta la eternidad.

Y es que opino que la dignidad y el respeto están por encima de otras cosas. 

Y, personalmente, cuando tenga que comprar barato prefiero ir al mercadillo de los puestos ambulantes, que allí puedo decidir en todo momento quien quiero que me acompañe y aquellos tenderos podrán tener más o menos academia pero me  tratan como a una reina. Como tratan a todos los demás.

Que me esperen bien sentaditos a mí los del dichoso Primark.

Y ahora, para colmo, me entero de que en algunas de sus tiendas echan a las madres con sus bebés por darles allí de mamar.
Gracias a que el  mundo se mueve,  puedo unirme a la causa desde aquí:




 post1b

Gracias Patricia una vez más. Por mantener el arrojo, que siempre tienes y el tiempo, que bien sé que te falta, para el apoyo a una causa tan importantísima como la divulgación y defensa de los beneficios de la Lactancia Materna.
Espero que en un futuro cercano esta lucha deje de ser tan necesaria.