Para bien o para mal, por distintas circunstancias, en esta vida me ha tocado algún que otro peregrinar. Ello ha conllevado el tener que despedir, recibir, conocer gente... algunas de estas personas me han concedido el privilegio de considerarse mis amigos... y muchos, aún hoy, siguen siéndolo.
Gracias por estar ahí.

domingo, 20 de febrero de 2011

Sinsabores.

Se agolpa tanto en la cabeza que a veces no sé ni por donde empezar, por donde continuar, por donde terminar. Confundo el huevo con la gallina y entro en caótica espiral.
Pero hoy he podido hablar con quien más lo necesitaba, con quien está siempre más cerca, para escuchar, comprender, abrazar y encauzar. A quien me empeño muchas veces en ver como el contrapunto, al buscar ese muro en el que intento rebotar miedos y desazones, que termino encontrando en lo más cercano, en lo cotidiano. No por ello deja de ser lo más injusto.
Me cuesta desenredar, es toda una madeja de pequeñeces y no sé de qué cabo he de tirar para expresarme adecuadamente.
Una espinita es mi relación actual y puntual con Julia, mi problema viene a aflorar siempre en la misma ocasión, no sé si le exijo demasiado o le exijo demasiado poco, lo que si sé es que es un tema que me gustaría zanjar, eliminar de mi mente y de mi vida diaria. Convencerme de que cada uno tiene su ritmo y de que definitivamente este sistema de enseñanza nos va cada día más de culo (hablando mal), pero me debo de adaptar.
Ya no sé que inventarme para motivarla y acabamos regular. Sé que a ella se le apelotonan también sus problemas, los normales de su edad y los normales de tener a este Mocopavo por hermana.
El ser tan esquiva me mata… Jordi me consolaba. Pensando en que todo suma y todo gasta, en una de sus frases de ánimo ha incorporado -“…y Luisa no tomará la teta siempre…-” Dándome a entender que ya sería una carga menos para mis espaldas. Pero yo , continuando entre mis sollozos, como un resorte, he botado -“Si eso es precisamente lo único que me salva, la forma más clara que tengo de contactar con ella…de tocarla… lo que con Julia ya no tengo”-
Llevo años luchando contra mi misma, llevo años reprochándome mi insuficiente capacidad de demostrar el evidente amor que les tengo a mis padres, hermano, primos, esposo, amigos…pero ahora el empezar a sufrirlo con mis propias hijas, literalmente me mata.
Se que muchos habéis aprendido a reconocer mi forma de querer y la habéis tolerado con infinita paciencia. Sólo falta que la termine por aceptar yo y supongo que todo se tornará más sencillo.
Lo del trabajo es caso aparte, que si llegara el caso os detallaría. Somos pocos trabajadores, somos un buen equipo, el curro a veces es duro… pero tenemos ratillo de cafécolacaobollocharlilla. Otros temas nos ahogan, que espero no puedan con nosotros. La crisis es ardua: el precio de la leche bajo, los piensos por las nubes y créditos varios todavía al acecho.
Por condición femenina, mi ciclo este mes se ha prolongado toda una semana (cosa bien rara que falle este relojito) y ayer se dignó a cuadrarse. Supongo que el correspondiente revuelo hormonal tinta de un gris casi antracita el cristal de esta ventana.
Además me empeño en no asumir que soy una super-mamá, adicta a convencerme de que lo que hago sirve para poco o nada. Cojo la pala y gasto gran parte de mis energías en clavarla hondo en la tierra helada para luego, con no menos esfuerzo, echarme lo que he rascado sobre la cabeza. No se me da nada mal.
Pero Luisa es la que ocupa ahora nuestra máxima indagación. Y Julia también lo sufre, el viernes al salir de clase me dijo –“¿Verdad que se puede venir Sandra a comer a casa? ¿A que lo de Luisa no es contagiosos?”- Y no, contagioso no debe de ser, pero insidioso un rato. El martes tenemos consulta con alergología. Buscando motivos hemos comprobado una clara hipersensibilidad al frío, le salen unos habones que asustan tanto que ya hemos dado con nuestros huesos un par de veces en urgencias y se ha llevado varios días de tratamiento con antihistamínicos y corticoides. Desde el jueves no sale de casa y parece que aquí, al calor, todo vuelve a la normalidad.

Y para colmo, como Jordi se ha dedicado a hacer kilos de cabello de ángel con aquellas calabazas que le regalaron, no se me ocurre mejor idea que pasarnos la tarde preparando masa (de esa con levadura que hay que dejar subir tres veces) para hornear mañana unas ensaimadas… ¡Si me sobra el tiempo!Y me volverá a sobrar… despertándose la enana a las siete de la mañana :P
Si no fuese por lo que marca ese termómetro, la mandaba con su padre tempranito a vacunar vaquitas. Así se le hacía también a él más ameno el domingo de currelo.

domingo, 6 de febrero de 2011

Rectificar es de sabios.

He pasado, como cada día que puedo, por el blog de Ana y me he leído su entrada y el enlace en Bebés y más.
Y me ha hecho recordar una anécdota, con truquillo, que quizás os pueda ayudar cuando tengáis que cambiar el rumbo a cuenta de un yanopodemosmás.
A Julia, recién cumplidos los tres años, la apunté a natación. En la ciudad disponemos de una piscina climatizada (y de muchos más servicios que son muy disfrutables por los niños), pero sólo existe esa y sólo existe su método de aprendizaje para nadar.
Los primeros días comienzan jugando en una piscina pequeña, donde casi todos deben de hacer pie y disfrutan con su profe y amigos, hasta ahí bien. El segundo paso es irse a la piscina grande (que es de esas con sus calles y sus boyas que las separan) y allí comienzan sus ejercicios con los churros y las tablas.
Claro, cada niño lleva su ritmo, unos brincan al agua casi espontáneamente, otros deben ser ayudados y otros no avanzan a no ser que sean empujados. De estos últimos algunos se resignan, con omisión de su miedo y enfado, pero otros comienzan con reculeos, lloros e incluso vómitos.
Julia comenzó sus clases jovial y dispuesta. Pero no tardó en despertarse por las mañanas: “¿Hoy hay pisci?”. Salía del cole: "¿Hoy toca pisci?". Comiendo, fijaba la mirada y, sin más, sus ojitos se llenaban de lágrimas. Y preguntando, preguntando… La piscina era su terror.
Aguanté mientras la pude convencer empleando palabras, mientras la ponía el bañador en el vestuario.
Y acabamos cuando las palabras fueron insuficientes y el último día la tuve físicamente que empujar, mientras su monitor la obligaba a avanzar cogida de la mano.
Lo sé, demasiado tardé en reaccionar.Pensé que quizás al animarla la beneficiaba, que podría acabar gustándole de nuevo. Pero habíamos llegado a nuestro límite. Se acabó. Buscaríamos otro método.
Pensé la manera para que ella no sintiera que su miedo había vencido y dejar la puerta abierta por si quisiera, algún día, volver.

-“Escucha Julia, se nos han acabado las monedas para pagar tus clases de natación y ya no te podremos traer. Pero, si quieres, tengo una hucha sin abrir con algo ahorrado , podemos ver si hay suficiente para que puedas seguir viniendo. ¿La rompemos?”- Con la interrogación fingí emoción, después de haber comenzado con cierta (también fingida) preocupación.

Clavó su atónita mirada en mis ojos, entre feliz y descolocada -“No mamá, no la rompas”-Respondió todo lo rápido que pudo, moviendo su cabeza en clara negativa.

Estuve unos días repitiendo la misma pregunta y ella siempre respondió lo mismo sin dudar.
-"No, no hace falta. No la rompas".

En verano pasa unos días con mis padres, allí hay otras piscinas, con otros métodos (más alguna lección de Papá) y asumiendo que cada cual tiene su ritmo, poco a poco vamos avanzando. Como todo debería ser.

Sí Amy Chua,lo siento, yo también soy una mala madre. De tigresa debo de tener poco, con mis imperfecciones humanas me tendré que conformar.