El primer viernes de este noviembre, he vuelto a pasar por la carretera, por ese lugar desde donde pretendieron arrebatarte hacia no sé donde. Pero consigo retenerte, siempre en el rincón más luminoso del corazón. A mi cara ha venido a encajar, a codazos entre la melancolía, una amplia y algo explosiva sonrisa. Te he sentido aquí, compartiendo la rebeldía.
Han dado el paso, han escrito cada uno su carta de despido, de mevoivoluntariamentedelaempresa. Se la han guardado, como niños ilusionados, en el bolsillo trasero del pantalón y se han plantado allí, frente a Gerente y Presidente.
-“Que nos vamos”-
Me hubiera gustado acompañarles, estar allí aunque fuera bajo la mesa, para sentir la repentina perplejidad que habrán sembrado.
-“Pero… ¿Lo habéis pensado bien?”- “¿Sabéis que os vais sin nada?”-
Pues claro.
Hay personas que todavía son capaces de forjarse su propio destino, sin tener que hacer leña del árbol caído.
Hay personas que seguirán colaborando para que esto salga adelante, aunque descansen al final de su jornada en un cubículo distinto, donde estén más satisfechos y respiren más libres.
Hay personas que son capaces de crear, con sus propias manos, un mullido lecho para que esté cómoda allí su dignidad. Aunque deban pasar frío en invierno y calor en verano, conduciendo raudos (a veces demasiado) a visitar a la vaca necesitada mientras escuchan de boca de sus dueños historias, a veces alegres y otras veces tristes y desmoralizadas.
Hay personas que, aún con todo lo llovido, tienen esperanza y sobre todo tienen ilusión. Y ganas de trabajar y…de vivir.
Pero eso ellos nunca lo concebirán, hace tiempo que lo sabemos. Su mundo es otro.
Y parecen querer aferrarse a él, lastrándolo injusta aunque espero que remediablemente.
Ojalá no tarden en aparecer, salvadores, allá por el horizonte, los verdaderos protagonistas de esta historia y que no sea inútil el intentar renacer, que prenda alguna yesca en los rescoldos de las cenizas antes de que los malos vientos acaben, finalmente, esparciéndolas por los extensos campos de La Moraña, ahora sembrados con árboles, nuevas semillas y métodos más ecológicos por nuevos emprendedores.
Me siento orgullosa, en algo partícipe de esta pequeña-gran locura. No sé si es lo más sensato, pero me cobijo en la alegría y nuestra mejor defensa sigue siendo la risa.
Vuelvo a sentir tu frescura y sé que tampoco te lo piensas perder. Sé que también hinchas airoso el pecho, lleno de orgullo, al poder contar con compañeros como estos.
-"¿Otro sandwichito de pollo frío? ¡Venga, al final resultó no estar tan malo, eh!"-
¡Ánimo chicos estamos con vosotros!. No dejeis que la desesperanza haga lo que quiera. Un beso.
ResponderEliminarEsa es la frase que más me viene últimamente a la cabeza: ¡Ánimo chicos! Por ahora la ilusión parece tener controlada a la desesperanza :)
ResponderEliminarGracias Ana.