Paro siempre que puedo a repostar en la gasolinera de Chaherrero.
Paro a la que vuelvo a casa, entre otras cosas porque tienen un pan (horneado en Riocabado) buenísimo.
También paro, desde hace ya nueve años (desde cuando regresaba casi a diario con Alfonso) porque los que nos atienden allí son la mar de amables.
Siempre lo comentábamos.
Ahora, hay que desviarse de la nueva autovía para visitarla.
Ya sé que una cosa hago mal: Cargo el depósito cuando ya va consumiendo la reserva.
Siempre pido que lo llenen.
Desde seco... a reventar.
Entonces, al volver a la carretera, siento como el coche va mejor. Más lisito. Con la tripa llena.
Y recuerdo la miradas cruzadas con Alfonso. Porque nuestro sentir coincidía.
Ya veis, nos parecía que el coche nos lo agradecía, respondiendo con más salero al acelerador.
A veces conducía él.
Son tantos los huecos que ocupan en mi cabeza los recuerdos vividos con Alfonso que, cuando agrupe aliento, me gustaría compartirlos con vosotros.
Hace unos quince días fui a pagar. Me despachaba quien, ahora sé, se llama Manolo.
Y resulta que le di el D.N.I y el carné de conducir.
-Pues muy bien...¿Y con cuál te cobro?- Como siempre, sonrió.
-¡Ya me gustaría poder pagarte con cualquiera de los dos!- Me disculpé.
Como cada vez que le veo, seguimos hablando... de otras cosas.
A la semana siguiente, otra vez a llenar...¡Qué ruina!
Estaba esta vez Carlos.
Aceptó la comprobación con el carné de conducir porque me di cuenta de que me faltaba el D.N.I.
- ¡Vaya! Se habrá quedado en la mochila...- Pensé casi en voz alta.
Hacía pocos días había cambiado aquella mochila por un bolso más recogido.
Pasando otra semana, ayer mismo, he vuelto.
A repostar, a comprar pan y unas pastas para llevarle a Ana.
Así que salí en Chaherrero... Sabía que Manolo estaba de vacaciones.
Me encontré con un dependiente desconocido.
-Súmame esto también- Le dije cogiendo unos regalices rojos.
Y, cuando iba ya a sacar el carné de conducir porque ni siquiera me había propuesto buscar el D.N.I., me medio pregunta medio confirma donde vivo. Él se explica:
-Al verte entrar he pensado que eras tú- Mientras sacaba el documento perdido.
-Así que, ¡Estaba aquí!- me alegré.
-Sí, estaba aquí, entre los chicles- Señalaba la estantería que precede al mostrador.
-Claro, se me caería el otro día... me atendió un compañero tuyo que me dijo que en invierno también vive en Peñaranda- Expliqué.
-Ah, sí , Manolo. Está de vacaciones-
-Lo sé, el otro día me dijo que empezaba a librar el siguiente ¡Vaya, qué alivio haberlo encontrado!-
- Pues sí, un quebradero menos de cabeza-Se despidió.
Ya, si paro allí, continuo por la general que, desde la construcción de la autovía, ha quedado desierta. Tan a gusto.
Con el coche otra vez saciado, agradecido.
Comiéndome los regalices rojos, que también hubiera disfrutado con Alfonso mirándonos de refilón.
Sin hablarnos, los dos maquinando lo mismo:
"¡Pero que finito va el clío ahora, parece que se desliza mejor!"
Algunos seguimos disfrutando sencillas formas con las que nos contentamos.
Y entre melancolía y recuerdos marché pensando -¡Qué cosas tiene la vida!
¡Qué sucios revolcones nos depara!
O qué vueltas da, a veces, tan simples agradables y cotidianas-.
Pues sí, Ale la vida es muy puñetera. Yo también me acuerdo a veces de Alfonso y Sonia y no entiendo nada. qué días más tristes vivimos hace ya seis años camino de siete! Sin embargo mi padre siempre nos decía que con que solo pensáramos en los que nos faltan ya estarían con nosotros y no habrían pasado por la vida de un forma insulsa.
ResponderEliminarEl otro dí por error hable con Sonia y la encontré muy feliz. Me alegro infinitamente por ella. Un besazo para los cuatro. (Ya ves que te sigo desde El Tiemblo eh?)
Sí, da gusto ver ahora a Sonia...se lo merece todo y más.
ResponderEliminarUn besote, hasta el Tiemblo, para mi más fiel seguidora. Aunque me ha dicho un pajarito que está ahí tu coche. A ver si de una vez te veo.
Que parece mentira...
bonita la historia del DNI que convivió con unos chicles en su estante durante unos días...¡Que santa potra tienes!. Si me pasa a mi, a buen seguro que no lo vuelvo a ver en la vida.
ResponderEliminarEs curioso que Alfonso vaya sentado a tu lado en el coche aveces, pues otras veces me acompaña a mí. Pero contigo se ríe mas. Yo le cuento todas mis paranoyas y enganchadas y se aburre un poco...
Alfonso nunca se aburrió contigo, ni nosotros con él. Daba igual que nos contáramos penas o alegrías. Daba igual estar en un sitio que en otro. Sigue contándole tus historias, que por algo él era alguien que tan bien te entendía y te quería. Cuando prefiera viajar conmigo, yo seguiré ofreciéndole mis tobosines.
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